Con apenas dieciocho años Erri de Luca deja Nápoles. La ciudad se cierra a su paso, lo expulsa con desdén. No obstante, allí quedarán condensadas las claves de la formación de un escritor único: el observador cuidadoso, el trabajador manual, el desclasado, el aprendiz de la poesía de las lenguas.
Napátrida –neologismo que une para siempre el destino del escritor expatriado a su Nápoles natal– es un peculiar diccionario íntimo de la ciudad de suelos agujereados (por donde se accede al inframundo, dicen). Y es también su obra más lírica. Un prodigio de escritura que aúna música y pensamiento, nitidez poética e indagación sensorial para dar vida a una Nápoles tan real como mítica: la ciudad portuaria y superviviente de la Historia, cómica y clandestina, vivaz y volcánica, mágica y plebeya.