Las teorías de Copérnico no recibieron confirmación empírica hasta que Galileo, con ayuda del telescopio, hizo observaciones que invalidaban la cosmología geocéntrica. «La gaceta sideral» (1610) de Galileo y la réplica de Kepler en el mismo año, exponen los nuevos descubrimientos astronómicos y analizan las dificultades ópticas y filosóficas derivadas de la aceptación del copernicanismo.