El sueño de la familia Crespi

Italia, ribera del río Adda, 1877.  Esta pequeña porción de tierra del norte de Italia delimitada por las aguas del río Adda representaba, a ojos de Cristoforo Crespi, el futuro y la oportunidad para su familia de dejar una huella imborrable en el mundo. Él, hijo de un tintorero, sueña con construir en esos terrenos una fábrica para hilar algodón rodeada de todos los servicios necesarios para los trabajadores, una colonia obrera como las que ha visto en Inglaterra y como nunca se han proyectado en su país y, para lograrlo, pondrá en juego su reputación, su familia y su dinero.
La vida de la joven Emilia cambia el día que se muda a la recién inaugurada colonia. Hija de uno de los trabajadores más fieles de Crespi y con una madre atormentada por sombríos presentimientos del futuro, Emilia asistirá a la creación de un mundo autosuficiente en el que nacer, vivir y morir sin necesidad de salir nunca de sus límites. Su existencia, con el paso de los años, estará irremediablemente ligada a la del resto de habitantes de Crespi d’Adda, como la familia Malberti, el alma negra del pueblo, o los Agazzi, una estirpe de proletarios idealistas y rebeldes. Con ellos, Emilia vive las pequeñas y grandes convulsiones de ese microcosmos y se enfrenta a las tormentas de la historia: las revueltas del pan de 1898, la Primera Guerra Mundial, los levantamientos obreros…
Sin embargo, su destino quedará sellado con el de Silvio Crespi, heredero de la empresa y continuador de la visión de su padre Cristoforo. A pesar del abismo social que los separa, entre ambos se establece una relación especial que perdurará en el tiempo, convirtiéndose en el apoyo en un momento en que los Crespi -tal vez demasiado ricos, demasiado orgullosos, demasiado arrogantes- correrán el riesgo de perderlo todo. Y hasta que llegará el fascismo y el pueblo de la familia Crespi, como el resto del mundo, no volverá a ser el mismo.