¿Qué pasó con el mayor botín de guerra de todos los tiempos descubierto por
Napoleón Buonaparte durante su campaña en Egipto? ¿Fantasía o realidad?
Cuando Napoleón contempla el desastre de Waterloo, que toca a muerto por
sus ambiciones, acaba de librar su última batalla. Pero no su último combate.
Para las potencias victoriosas de Waterloo, el emperador caído sigue repre-
sentando una amenaza. Prusia, Austria, Rusia, el Reino Unido y la Francia de
Luis XVIII firman un protocolo que estipula que Napoleón es su prisionero.
Se confía su custodio al Gobierno británico. Santa Elena parece el destino per-
fecto para deportar a su enemigo común. La isla, aislada, minúscula, rodeada
de acantilados hostiles será, tras algún acondicionamiento, la prisión forta-
leza ideal. Exiliado en la isla de Santa Elena, en el Atlántico Sur, continúa su
lucha contra Inglaterra a través del gobernador de la isla, Hudson Lowe. Lord
Bathurst lo escoge con cuidado, convencido de que aplicarán rigurosamente
las órdenes dirigidas a preservar a Europa de más guerras, pero también a
humillar a Bonaparte. Este integral consta de dos partes: “Santa Elena” y “Te-
soro de guerra”. Además, contiene material extra con información histórica
valiosa.